Mi salida de la vuelta al mundo en bicicleta

Prepárese para la aventura: el inicio de un viaje planetario sobre dos ruedas

Hacía tiempo que me rondaba por la cabeza la idea de recorrer las carreteras de todo el mundo a lomos de mi corcel de dos ruedas y lanzarme a la aventura. Pero cada vez el destino se imponía y alejaba más y más ese sueño. Han pasado los años y, sin embargo, ese sueño esquivo nunca ha dejado de perseguirme.

El año pasado me propuse un gran reto: recorrer Francia a lo largo y ancho, poner a prueba mi resistencia al esfuerzo y medir mi capacidad para soportar días, incluso semanas, pedaleando miles de kilómetros. Salí de Font-Romeu con la ambición de recorrer los cuatro puntos cardinales de Francia, desde la punta de Corsen, en Bretaña, hasta los confines oriental y meridional del país, antes de regresar al punto de partida, donde empezó todo.

Este viaje había despertado en mí una certeza: estaba preparado para afrontar distancias aún mayores. Después de casi 5.000 kilómetros, el deseo de volver a casa se había evaporado. Montado en mi moto, saboreaba una libertad embriagadora y una felicidad sin límites que me impulsaban a continuar la aventura. Desgraciadamente, tuve que volver para ocuparme de los trámites administrativos y renovar un contrato de alquiler que expiraba el 30 de junio.

El verano se alargaba y mi impaciencia crecía. Incapaz de quedarme quieto, recorrí sin descanso las montañas de Cerdagne y Capcir, quedándome dormido bajo un cielo estrellado en la cima de los picos. Mi bicicleta, mi fiel compañera, me acompañaba en mis escapadas, aligeraba sus alforjas y me traía de vuelta al redil cada atardecer. Ya se perfilaba un nuevo horizonte: una travesía de los Pirineos para terminar el verano.

El 30 de agosto salí de Font-Romeu hacia Argelès-sur-Mer, recorriendo 130 km en un solo día. Al día siguiente, desde Argelès, emprendí la ruta de los collados hacia Hendaya, afrontando 870 km y más de 22.000 metros de desnivel. Mi bicicleta, con un peso de 60 kg, me permitió poner a prueba mi resistencia a tales cambios de altitud.

Después de tres semanas de esfuerzo, había conquistado 23 puertos de los Pirineos antes de llegar a Hendaya. El viaje de vuelta a Font-Romeu lo hice en tren, dejando atrás las cumbres y los retos que representaban.

Los días de octubre menguaban, mientras el invierno, como un gigante dormido, se despertaba lentamente. En cuanto a mi mente, ya vagaba hacia un nuevo comienzo en bicicleta, un atrevido viaje alrededor del mundo. Pero me enfrentaba a un gran obstáculo: la economía. Mi presupuesto apenas alcanzaba para cubrir el alquiler y los gastos de manutención, así que ¿cómo iba a encontrar los recursos para hacer realidad mi sueño?

Jugaba con la idea de partir el 12 de enero, día de mi cuadragésimo cumpleaños, pero cuanto más se acercaba la fecha, más insuperable me parecía la empresa. Tanto, que en diciembre desistí con el corazón encogido.

Sin embargo, lejos de rendirme, tracé un plan para el año siguiente: crear una fuente de ingresos en línea que pudiera, modesta pero segura, acompañar y apoyar mi aspiración a la aventura. La idea no era tanto hacerme rico como garantizarme una cierta tranquilidad que me permitiera dedicarme plenamente a este viaje soñado.

A finales de diciembre, me propuse abandonar la idea de trabajar para ahorrar y ponerme en marcha costara lo que costara, aunque no tuviera ni un céntimo. Así que me puse a hacer inventario del equipo que necesitaría para afrontar las cuatro estaciones y todas las condiciones meteorológicas durante varios años.

A falta de dinero para tales compras, me resigné a renunciar a algunas de mis posesiones más preciadas para sufragar los gastos. A partir de ese momento, nada me impidió partir el 12 de enero. Los acontecimientos se sucedieron rápidamente: la venta de mis bienes personales, la compra de material y el traslado de las pertenencias que me quedaban. En el fondo, había llegado el momento de marcharme.

Se acercaba la fatídica fecha de partida y me preguntaba si mi decisión de dar la vuelta al mundo en bicicleta era una locura o una inspiración divina. En cualquier caso, ya no había vuelta atrás: en pocos días, me había comprometido demasiado a hacer realidad este sueño loco. Llegó el 12 de enero, día de mi cuadragésimo cumpleaños, y aún no estaba preparado. Todavía faltaban algunos equipos, pendientes de entrega.

Tenía la sensación de que era cuestión de días, pero seguía teniendo mis dudas sobre si marcharme o no. Entonces, el 18 de enero, todo cambió. Esa mañana había limpiado el pequeño estudio que había alquilado. A las dos de la tarde, con el corazón palpitante, emprendí por fin la vuelta al mundo en bicicleta, decidida a enfrentarme a lo desconocido y a abrazar la aventura.